Sonidos schubertianos

por Jaume Sampol

Desde hace unos días convivo con las sonoridades del quinteto en Do mayorde Franz Schubert. Tras que lo encontrara ya empezado en radio clásica, lo volví a escuchar en una versión en directo del youtube por The Borodin Quartet y Alexander Buzlov al chelo. Me encanta! Sus frases y sus armonías me acompañan en cualquier momento del día, fluyen con libertad por mi pensamiento. Ellas deciden cuando entran y cuando salen. Hasta que me apetece volver a escucharlo y me pongo de nuevo esta versión tan recomendable de los músicos antes mencionados. Esta última semana de septiembre ha sido para mí más bonita gracias a los sonidos schubertians.
The Borodin Quartet
El primer movimiento de esta obra, con catálogo D. 956 o OP. 163, comienza con el contraste entre el acorde mayor y el de séptima disminuida, dos sonoridades totalmemt opuestas que se presentan como tal, sonoridades y no funciones. Schubert fue un gran admirador de Beethoven, no le debió pasar desapercibido el uso plástico de la armonía en el primer movimento del Claro de luna de éste. Las sonoridades de cada acorde se presentan como colores de la paleta de un pintor. Pero a diferencia de Beethoven, que casi desintegra la melodía reduciéndola a la mínima expresión en favor de la colorística armonía, Schubert nos deja claro desde el principio que no renunciará a las frases, melódicas y sentimentales. Resuelve el acorde de séptima disminuida, realizado caprichosamente sobre la misma tónica, sobre un «cuarta y sexta» inexistente (1:10). Escuchamos la inercia cadencial sin que el bajo se haya desplazado de la tónica, y hemos llegado a este acorde de tónica, que se revela inestable (1:13), a través de un giro melódico del tiple que incluye ornamento, grados conjuntos y gran salto descendiente de sexta menor. Frase exquisita que, una vez ha comenzado la turbulencia de los arpegios de cocheas en staccato (02:07), los chelos, al unísono, se hacen suya. Ellos añaden el atractivo de la tensión que provoca entrar con una nota mantenida tanto tiempo antes de que no ceda al dibujo frasístico (02:12).

¿Porqué que un segundo chelo en vez de una segunda viola? Bocherini ya había dispuesto una formación de cámara como ésta, pero en su caso el segundo cello no se va demasiado lejos de las funciones que asumiría la segunda viola. Schubert, aparte de querer más pronfudidad de graves, necesita que el chelo ponga voz a sus emociones, lo necesita como solista que dibuja la melodía más expresiva. Vemos así como en la reanudación del tema inicial en el compás 11 (01:25), ahora transportado a Re menor, uno de los chelos se sitúa como tiple por encima de la viola y el violín segundo. En el segundo tema de este primer movimiento, de carácter más danzado, volvemos a escuchar a los chelos protagonistas de la parte melódica, esta vez a distacia de tercera entre ellos (02:54).
En el tema B del segundo movimiento la carga expresiva la llevan el violín primero y el chelo primero desarrollando las frases conjuntamente y a distancia de octava (25:34). Las otras partes se deshacen en un ritmo inquietante con síncopes continuas en la región intermedia y tresillos enérgicos y angustiosos en el bajo. El clímax llega con ese motivo que nos libera de la tensión acumulada y nos lleva a una emoción intensa, mezcla de nostalgia y melancolía (21:22). Es un giro caracterizado por el diseño arpegiado del acorde de sexta napolitana que enlaza con el preceptivo acorde de tónica en segunda inversión. La frase en cuestión llega a repetirse hasta seis veces, dos como preludio de la idea (26:29) y cuatro más con pequeña variación que da más amplitud al arpegio antes comentado y refuerza la percepción de clímax (27 : 17). Las dos últimas las presenta en una octava inferior, situándose así el chelo melódico a la tesitura ideal para convertirse en el principal portador de los sentimientos del autor (28:01). Justo en este pasaje tenemos una muestra más del valor plástico que Schubert otorga a los acordes, pues el de sexta napolitana, mencionado anteriormente, aparece en las dos primeras entregas en estado fundamental y no, como era obligado según la tradición, en primera inversión (de ahí su nombre «de sexta»). Oimos así la plenitud de este acorde mayor sobre el segundo grado rebajado (26:29). Lo oimos durante el espacio de medio compás, antes de que lo invierta para realizar el enlace hacia el «cuarta y sexta» cadencial como era de esperar según los cánones. En las dos últimas repeticiones recuperará nuevamente la sonoridad del estado fundamental de este acorde pero sólo por espacio de dos corcheas (28:04).

Siguiendo en el segundo movimiento, el puente que nos conduce del tema B a la reexposión del tema A nos deja sobrecogidos, no tanto por el motivo rítmico punzante como por los silencios abundantes, espacios vacíos que sin saber muy bién qué significan nos llegan directos, sin subterfugios , y nos provocan un sentimiento ambivalente con algo de calmoso, pero también, de nuevo, con algo de inquietante (28:21). La reexposición comienza con una variación del tema A con figuraciones en las dos partes extremas, tiple y bajo (29:22). La serenidad, en cualquier caso, no llegará hasta que volvamos a sescuchar el tema A tal como había hecho su primera aparición, con aquellos pizzicatos que nos mecen y nos aportan calidez (31:30). La coda hace presencia con un acorde de Do mayor sorpresivo (34:08) que nos ha de resucitar, aunque de manera fugaz, la sonoridad de Fa menor (34:13), tonalidad caprichosa del tema B teniendo en cuenta que la tonalidad general del movimiento es Mi major.
Alexander Buzlov
Pienso que nunca nos tendríamos que quedar con una sola versión de las obras. No tanto para comparar y decidir cuál es la mejor, como porque encontraremos varias buenas que se complementan y nos hacen llegar de diferente manera distintos aspectos de la música que escuchamos. En cualquier caso, os recomiendo efusivamente la audición de la versión que a mí me ha servido de inspiración a la hora de hacer este escrito y a la que hago referencia cuando pongo minutaje. Aunque en la presentación del vídeo no figure, son The Borodin Qaurtet con Alexander Buzlov al cello.
(Para escuchar esta versión podéis clicar en la imagen del quarteto)